domingo, 18 de abril de 2010

Cancún a 4 décadas


Como Benito Juárez que como peregrino errante en nuestro país nos unimos para dar gracias por la vida de los habitantes que nos precedieron, la vida de quienes habitamos el presente y la vida de las nuevas generaciones y las por venir de quienes somos responsables en nuestra querida ciudad llamada Cancún municipio de Quintana Roo.
Se debe asumir la “herencia cultural” de nuestro pueblo en una perspectiva histórica, humana y cultural. Aceptar este desafío defendiendo y asumiendo los valores auténticos y verdaderos que están grabados en nuestra propia existencia, en cada uno de los sectores e instituciones, ayudándonos a buscar la verdad, a gozar de la fraternidad y de la belleza y a comprender que todo tiene su fundamento en el valor absoluto de el Bien Supremo, “el Camino, la Verdad y la Vida.”, que se hizo hombre para “anunciar la liberación a los cautivos y dar la libertad a los oprimidos, y proclamar la libertad como Benito Juárez.”
La masiva concurrencia a los festejos del 40 aniversario de la fundación de nuestra ciudad, nos habla de un deseo sincero de encontrarnos. Más allá de los estratos sociales a los que pertenezcamos, de las improntas culturales de nuestro origen, de los espacios sociales que ocupemos, se percibe claramente la necesidad de vernos, de estrechar vínculos nuevos y diferentes, de compartir maneras distintas de pensar, de vivir, de actuar. Conocernos y encontrarnos parece ser una de las características de este Cancún habitado por varios mundos distintos: el de los ancianos y de jóvenes, los mundos que muestra el día y los submundos que aparecen por la noche, los mundos de los aquí nacidos y los que traemos quienes venimos de otros lados.
Esta ciudad nació y se conformó con la esperanza de muchos. Hoy quizás nos vemos agobiados por dificultades y problemas que aparecen y nos hablan de desesperanzas, sobre todo a nivel general, o de silencios que hablan más fuerte que las mismas palabras. En el trato personal, en el “uno a uno”, en el caminar las calles, se escucha el deseo de encontrar las puertas abiertas para poder realizar ilusiones y sueños, compartiendo indistintamente maneras diversas de pensar, incluso a nivel político.
Es bueno ver cómo la ciudad se va modificando a partir de las obras públicas. Se la ve creciendo, en sus nuevas colonias, en sus nacientes autopistas y calles nuevas, en renovados espacios verdes. Pero siempre está también el deseo y el propósito de crecer en calidad de vida, en belleza interior, en vínculos de una convivencia siempre mejor, donde los más pobres tengan un lugar digno y estable. Sabemos que esto depende de cada uno. De quienes están en la función pública, en las esferas privadas y en la participación y compromiso de cada ciudadano.
Hace unas semanas asistí a un domicilio en la colonia y me llamó la atención la gran cantidad de adolescentes y jóvenes que se integran en grupos para protegerse y defenderse. También ellos tienen hoy mucho para decirnos. Es importante, como adultos, saber discernir qué nos dicen hoy a nosotros: qué nos dicen con sus actitudes, qué nos dicen con sus silencios, qué nos dicen con su manera de divertirse, que nos dicen con sus muertes.
Es necesario saber reconocer los signos de vida que se manifiestan en la amplia diversidad de realidades en las que viven. Sobre todo se nota en muchos la necesidad de oportunidades y de encontrarle un sentido a la vida. El defender con valor y decisión su derecho a ser protagonistas y sujetos de toda propuesta que tenga relación con sus vidas. El anhelo de tener menos distancias y formalismo y una mayor espontaneidad en el trato diario con cada uno. El vivir la felicidad del momento presente con sentido de gratuidad, dando un fuerte sentido y valoración a la celebración y a la fiesta de este aniversario.
Pero también los vemos amenazados por los signos de muerte que los contradicen y confunden. Los jóvenes y sus dramas, “espejan” dolores y situaciones de conflictos y violencias, que ocupan y preocupan a muchos de nosotros. Siempre hay algo por hacer. Ellos lo merecen y lo necesitan. Cancún no puede ser indiferente a esto. El trabajo en conjunto, donde cada uno aporte lo propio, se hace esencial para poder dar una respuesta.
En este deseo de crecer, cada día se hace más importante el diálogo. El diálogo es el gran instrumento de construcción y consolidación de la democracia. Los cancunenses debemos encontrar su fundamento en la oportunidades para los jóvenes esto nos obliga a priorizarlo en todos los órdenes de gobierno. Disposición que nos compromete en primer lugar a nosotros mismos como cancunenses.
Recordemos el Cancún de antes
Recordemos el Cancún de hace apenas cuatro décadas, Cancún era una isla desierta y pocos sabían de su existencia. Ubicada en la región más abandonada del Caribe, se conformaba de una duna en forma de siete, con algunos tramos apenas con 20 m de ancho, separada de tierra firme por dos estrechos canales que conectaban al mar con un amplio sistema de lagunas.
La ribera estaba constituida de ciénagas pantanosas y en general rodeada de manglares, selva virgen y playas inexploradas. Su denominación exacta incluso ofrecía dudas. En algunos mapas el nombre del sitio aparece como "Kankun" (un sólo vocablo con la letra "k"), que en maya significa" olla de serpientes" o "nido de serpientes". Pero en las primeras actas de Infratur (antes de constituirse en Fonatur), la designación aparece separada en dos vocablos: Kan Kun y, a veces, Can Cún (quizá ya castellanizado). Cancún, la actual denominación, se debe quizá a comodidades fonéticas que obedecen a la costumbre o a la casualidad.
Presentación del libro “Cancún antes de Cancún”
Aprovecho esta tribuna para enviarle una sincera felicitación a mi amigo Francisco Verdayes por la publicación de su libro “Cancún antes de Cancún” que lo comenzó hace casi ocho años, amigo muchas felicidades en hora buena es un gran aporte a nuestra ciudad y a nuestra historia.

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