lunes, 21 de septiembre de 2009

Fanatismo Religioso



El fanatismo es la cuerda de la voluntad, del ser humano.

El factor religioso se ha ido manifestando de una manera imponente en los últimos años, para bien y para mal. La modernidad en sus diversas expresiones, como el liberalismo, el racionalismo y el marxismo hizo malogrados cálculos con respecto a la religión, con aquellas predicciones sobre su desaparición cuando la razón y su hija predilecta, la ciencia, y su nieta, la tecnología, establecieran las condiciones básicas para el desarrollo feliz de la humanidad. ¿Qué quedó? La frustración y el desencanto posmoderno se están apoderando de la humanidad ante el incumplimiento de las “profecías” de la razón liberal y marxista. La religión ha ido tomando un lugar preponderante en todas partes, aunque con nuevas características: en muchos casos se trata de una religión “informal”, al margen de las grandes tradiciones e instituciones religiosas.
Las rígidas instituciones religiosas tradicionales no logran llenar el vacío dejado por el fracaso del mesianismo de la razón y de la ciencia, y han ido apareciendo un sinnúmero de ofertas religiosas para una humanidad angustiada y ávida de sentido y necesitada de certezas. Esta ha sido la ocasión para que muchas instituciones religiosas como la Iglesia católica se planteen seriamente la necesidad de una renovación que responda a las nuevas condiciones culturales y espirituales de la posmodernidad.
Una fuerte carga de fanatismo
Es en este contexto donde reaparecen algunas manifestaciones religiosas con una fuerte carga de fanatismo, que orienta la experiencia religiosa de una manera destructiva, pues se trata de verdaderas patologías o enfermedades. El fanatismo es como un virus que, cuando ingresa al universo religioso de una persona o de un grupo, produce una serie de trastornos psicológicos y sociológicos con una fachada religiosa. A la vista están, ahora, los fanáticos que, con grande profusión están señalando los medios de comunicación a partir de las recientes acciones terroristas realizadas a partir de ingredientes religiosos. Se trata de un fanatismo que ha llegado a niveles tan destructivos que se ha vuelto una preocupación social. Aunque el fanatismo no es exclusivo del campo religioso, pues en ocasiones abundan los fanatismos políticos, lo hay en todas las tradiciones religiosas, ligado a fundamentalismos e integrismos de diversos colores, así que podemos encontrar fanáticos en todas las religiones.
Patología religiosa
¿Qué es lo que caracteriza a esta patología religiosa? Voltaire, en su Tratado sobre la tolerancia, lo definió como “una locura religiosa, sombría y cruel; es una enfermedad que se contagia como la viruela”. El fanatismo se manifiesta como una exaltación o entrega apasionada y desmedida a una idea o a unas convicciones consideradas como absolutas y que, por lo mismo, hay que imponerlas a los demás por cualquier medio. El fanático es terco y obcecado, intolerante y agresivo, rígido e incapaz de diálogo, con una visión distorsionada de la realidad y una radicalización ideológica muy intensa.
La raíz del fanatismo religioso
La raíz del fanatismo religioso es la angustia del hombre ante la presencia del Misterio (Dios), que tan bien ha descrito Sören Kierkegaard. La religiosidad auténtica supera esta angustia mediante la fe y la confianza que abre al hombre ante Dios, en total disponibilidad para hacer su voluntad, percibida ésta siempre “con temor y con temblor” mediante una revelación. El hombre auténticamente religioso nunca tiene una seguridad absoluta de “conocer” con exactitud la voluntad de Dios. Todos los grandes hombres de la historia de las religiones han sentido temor e incluso han vacilado ante la abrumadora presencia de Dios. Es el caso de Moisés, Isaías, Jeremías y el mismo Jesús ante el drama de su pasión. Esto quiere decir que el Misterio divino nunca es totalmente comprensible o abarcable por el entendimiento y la voluntad humanos, tan limitados e imperfectos. La actitud fanática, en cambio, intenta superar la angustia rechazando la fe y la confianza y renunciando a una entrega absoluta a Dios. El fanatismo reemplaza a la fe y maneja la inseguridad ante la presencia imponente de Dios con una actitud de dominio y de control usurpando el lugar de Dios. En realidad, los fanáticos rechazan a dios aún cuando lo invoquen y usurpan su voluntad, imponiendo tercamente sus propios intereses de poder con una fachada religiosa. Se trata de una perversión de la religión al modo de las que se han dado en Occidente con las recurrentes luchas e intolerancias religiosas.
La insoportable angustia producida por la usurpación del lugar de Dios, es resuelta por el fanático deslizándose en un proceso de pérdida de la fe auténtica y de fanatización desesperada. Y cede a la tentación de convertirse a sí mismo en fuente de verdad y felicidad incondicional para los demás hombres, haciéndoles creer que obedeciendo sus dictados están obedeciendo la voluntad de Dios. Cuando el fanatismo se exacerba llega a arremeter pasionalmente contra toda oposición y cubre un amplio abanico de posibilidades, degenerando en la violencia psicológica, moral, espiritual e, incluso, física contra aquellos que no se atienen a su voluntad, e incluso contra sí mismo cuando descubre su limitación, imperfección e impotencia, llegando a desencadenar el terrorismo bajo una forma religiosa.
El fanatismo religioso es un fenómeno que, cuando se combina con otros factores de carácter económico, político e ideológico, puede tener consecuencias desastrosas. Este puede ser un ingrediente muy presente en algunos de los recientes acciones como el secuestro de un avión y las muertes del metro Balderas que nos han puesto en el centro de la escena mundial, de ahí que sea de mucho interés el identificar y caracterizar la naturaleza de estas patologías religiosas, capaces de las acciones más perversas en el nombre de Dios.

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