lunes, 10 de mayo de 2010

DIGNIFICAR LA POLÍTICA SÍ ES POSIBLE


En estas elecciones, cuando los políticos salen a la calle para acercarse al electorado, es cuando se pone de manifiesto la degradación que ha sufrido la práctica política. Políticos que demonizan a su adversario, que ridiculizan sus ideas o que nos avasallan con sus innumerables promesas trilladas. Antes de las próximas elecciones de julio y al margen de cuál sea el veredicto popular nos parece imprescindible llamar la atención sobre la necesidad de devolver seriedad y credibilidad a una vida política que parece haberse degradado ostensiblemente en los últimos dos años.
La democracia es, sin duda la mejor, quizás la única forma de convivencia en medio de la pluralidad y la diversidad. Garantiza respeto e igualdad de trato a todas las opciones sociales por distintas que sean. Ahora bien, va cundiendo la sensación de que nuestros partidos políticos, en lugar de convivir, malviven en la confrontación y el empeño de destruir al adversario. En la medida en que los partidos no alimentan la convivencia, hemos de concluir que no construyen democracia. Y esto es grave.
Se escuchan cada vez menos propuestas y más descalificaciones entre el aplauso y la aclamación de los correligionarios. Algunos parecen dar por sentado que en esta sociedad “telecrática” una mentira o un eslogan repetidos hasta la saciedad, acaban por convertirse en verdad.
Pero esta degradación quizás no es casual. La democracia iguala el valor de los votos de todos, pobres y ricos, débiles y poderosos. Esto no es fácil de asumir por quienes pretenden que sus intereses prevalezcan siempre sobre los de la mayoría de los ciudadanos.
Hoy, la aceptación de un partido o partidos depende más de su presencia mediática que de la calidad y seriedad de sus propuestas. Los partidos sólo pueden aspirar al poder si les respalda una gran cadena mediática. Por eso, la bochornosa parcialidad de muchos medios particularmente los públicos deterioran seriamente la democracia, La política queda de nuevo a merced del dinero.
La política aparece como un espectáculo que ganará quien sea mejor actor o sepa ridiculizar de forma más contundente. En ocasiones, estas dinámicas generan una polarización política que acaba por transmitirse a la sociedad. Cuando la sociedad percibe a los políticos como actores de un teatro ajeno a sus inquietudes o intereses, pierde la confianza en ellos y muchos ciudadanos se refugian en la apatía o el catastrofismo social. Su alejamiento de la participación política, incluida la electoral puede ser aprovechado fácilmente por quienes hacen propuestas demagógica, explotando el sentimiento de inseguridad generado por el propio sistema.
Pero lo que más ahuyenta a los ciudadanos es la gran corrupción de la política es el uso deliberado de la mentira como forma de ejercer el poder.
CÓMO SE HACE POLÍTICA
Gestión y servicio. La política es ante todo servicio a los ciudadanos. Hay que garantizar una buena gestión de ese servicio. No podemos olvidar que más de un tercio de los recursos de nuestro estado y municipio son administrados por el sector público y esa administración ha de ser eficiente.
Liderazgo social. El ámbito político no debe olvidar su papel de educador del conjunto de la sociedad. Ha de promover ciudadanos con capacidad crítica, capaces de asumir el poder democrático que les atribuyen las leyes y de ejercerlo desde la solidaridad y al margen de la competitividad. Sólo la difusión de estos valores permitirá al político construir una sociedad en la que el bien público prevalezca sobre el interés privado.
Transformadora de la sociedad. La política es la principal herramienta para la transformación social, pero no la única. Los movimientos sociales han logrado éxitos importantes y han cambiado la agenda de partidos y gobiernos. El ámbito político ha de ser permeable a su influencia, reconociendo su potencial transformador y aprendiendo de sus formas de participación y funcionamiento.
Pero no son los políticos los únicos responsables de lo que pasa en el ámbito político. En el largo plazo, la idea de que “los países tienen los gobernantes que se merecen” puede tener algún fundamento. La sociedad de consumo ha contribuido a crear personas acríticas, ajenas al mundo que las rodea. Una gran parte de la ciudadanía cree que con votar cada tres años es suficiente para el buen funcionamiento de la democracia. Sin embargo, son los ciudadanos los primeros responsables de los problemas que les afectan. Tienen la responsabilidad de preocuparse por el funcionamiento de sus instituciones y de recordar a los políticos que eligen que el voto no es un cheque en blanco.
Se ha de recordar, además, que no sólo es política la que se ejerce desde las grandes instancias, sino que también la que se realiza desde la asociación de vecinos o desde un grupo de presión que defiende determinados intereses. En este sentido, los movimientos sociales y las asociaciones civiles, que han adquirido gran relevancia en los últimos años, constituye un intento de la sociedad por recuperar un protagonismo que jamás debería haber perdido.
Cabe plantearse, pues, qué podemos hacer los ciudadanos para ejercer nuestra responsabilidad en el ámbito de la política:
Educar y sensibilizar, desde la familia a la escuela, en la tolerancia, el diálogo, la paz y la responsabilidad con el entorno social, político y ecológico. Enseñar a pensar por sí mismo y educar en el objetivo del bien común.
Mantenerse informado. En la era de la comunicación, los ciudadanos vivimos muy desinformados. El excesivo ruido informativo hace difícil atender lo que resulta verdaderamente relevante. Es necesario promover un espíritu crítico que permita identificar la información significativa y buscar la pluralidad. Sólo así el ciudadano evitará ser víctima de la manipulación y estará en disposición de exigir, con criterio propio, responsabilidades a los dirigentes políticos.
Ejercer la democracia participativa. Participar en organizaciones locales o estatales, en manifestaciones, campañas de sensibilización o levantar firmas. No son las leyes el mundo está lleno de constituciones impecablemente democráticas que nadie respeta sino la práctica de la ciudadanía lo que determina si una sociedad es o no democrática.
Establecer prioridades y tenerlas en cuenta en el momento de ejercer el voto. Ninguna opción responderá enteramente a nuestras aspiraciones, pero no podemos dejar que lo inmediato, por ejemplo, las nimiedades de una campaña electoral determinen un voto que puede tener consecuencias mucho más amplias
DIGNIFICAR LA POLÍTICA SÍ ES POSIBLE
Recuerda que ser libres comporta asumir en cada uno de nosotros la po¬sibilidad del libre albedrío y que la mejora de la actividad pública sólo depende de nosotros, de lo que estamos dispuestos a construir. Abandonar el espacio público, por escepticismo, apatía o desaliento, es sumamente peligroso y supondría la entrega definitiva de una herramienta que, aunque ya maltrecha, es esencial para la mejora de nuestra realidad.

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